sábado, 16 de septiembre de 2017

Texto de Daniel Rojas Pachas en Tres píes al gato (México)



En mi sueño A, lo llamaré así, me pedía lo llevase al aeropuerto de la ciudad en que nos conocimos y comenzamos nuestra amistad. Yo lo había invitado a leer en una muestra de mis pinturas y él había aceptado viajar desde el lugar en el cual vivía ahora. Entusiasmado compartimos, todo fue un éxito, dio además una charla en la universidad a jóvenes fascinados y luego bebimos hasta caer dormidos. Él partió a su hotel a la mañana siguiente, yo regresé al bar y seguí bebiendo hasta que una enojada mesera que era una versión joven de mi ex mujer me dijo que ya no podían seguir vendiéndome alcohol porque estaba ebrio, así que lo mejor era irme sin escándalo y eso hice, no sin antes tratarla de puta fascista.
Tengo ese tipo de reacciones cuando estoy borracho, era lógico que en el sueño también actuara como un cretino. Al parecer ese día no nos vimos, hay un vacío en el sueño como es usual. Lo que recuerdo es…
De pronto estar en otra escena en que iba camino a buscarlo a su hotel sin mucho éxito.
Lo encuentro deambulando por unas calles abandonadas llenas de putas con libros en las manos. Le pregunté si había entregado la habitación a lo que respondió con un movimiento ambiguo de su cabeza. Pregunté por sus cosas. Señaló que sólo viajaba con una maleta pequeña pero no dio mayor referencia al respecto y partimos en el primer taxi que encontramos. Unos cuantos kilómetros antes de llegar al aeropuerto nos topamos con que la carretera estaba cerrada por un choque. Iba a perder su vuelo. No podíamos permitirlo. Decidimos ir caminando total era una distancia tolerable. Él llevaba la bendita maleta que salió de algún lado. Al pasar por el sitio del accidente vimos una bolsa negra y una gran poza de sangre fresca y muchos policías que nos miraron con mala cara, así como una ambulancia y paramédicos que ayudaban a la persona aún atrapada en otro auto. Tenía la cara destrozada y no paraba de gritar. Yo volví la mirada a la bolsa negra que contenía un cadáver a punto de ser trasladado, el muerto era yo y la mujer que gritaba era una versión adulta de la chica, en realidad era una mezcla de rasgos, podía decir que era Gina con el rostro deformado por el llanto. A hizo un comentario rarísimo en una lengua ininteligible sobre el horror y el miedo -eso pude percibirlo-. Yo pensé en la caricatura favorita de mi hermana cuando niña.


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