sábado, 15 de noviembre de 2008

Semblanzas Profundas: El Ingenioso prólogo de Cervantes

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Tras la tasa del libro, datos referidos a la composición material de la obra y su régimen de venta, el primer contacto que tenemos con la gran novela de Cervantes es su prólogo al desocupado lector. En este discurso contradictorio y ambiguo que se mueve entre la apología retórica y la descarnada parodia, el manierista narrador hace un llamado a los destinatarios de su marchito y avellanado texto, como él mismo lo califica, a que no tomen partido, y por ende no teman represalias en caso de injuria o en sentido inverso, esperen beneficios por una postura a favor del alicaído hijo de su ingenio.

El español más que una justificación nos entrega una mirada con sumo pudor y dificultosos titubeos, sobre el contexto de producción de la gesta que vive Alonso Quijano. Esta actitud acoquinada que presenta vocativamente el autor, se conoce como el tópico de falsa modestia y es una clara impostura y uso retórico que consiste en disminuirse junto a su creación.

Gracias a ella, Cervantes se siente reafirmado a la hora de desnudar su experiencia, el periodo que paso en la cárcel, su avanzada edad, el alejamiento que ha sufrido en la memoria del pueblo, al que con respeto llama el gran legislador, y ante el cual teme presentar como carta de retorno, una obra carente de pericia y pulcritud, ornato y una suma de alambicados recursos estéticos que de estar presentes le otorgarían prestigio a su texto. Formalmente estos mecanismos van desde el soneto adosado a la presentación hasta sonadas cartas de recomendación y citas de eruditos que otros añaden pomposamente para pretender mayor inteligencia.

Ligado a ese espíritu que se debate entre humildad y magnificencia, emerge el carácter maravilloso y especial de este breve cuerpo que precede a la obra con actitud abiertamente ironizante, burlesca y relativista, cualidades que tienen concordancia plena con el sentir integral de la historia y su autoconciencia.

Tomemos como ejemplo la libertad que Cervantes y su narrador se toman al interrumpir la diégesis referente a Quijano y sus aventuras, y producir un salto inesperado desde el nivel de la historia a lo extratextual, revelando los hilos que competen al diseño de la obra; elementos que normalmente el lector no debe percibir a fin de no alterar el pacto ficcional, el caso más evidente e inmediato es lo que ocurre en el enfrentamiento con el Vizcaíno, cuando la voz que dirige la sucesión de los hechos hace un alto y reconoce su calidad de relator ignorante que necesita buscar citas para completar su discurso. Para ello el narrador principal recurre a un historiador musulmán llamado Cide Hemete Benengeli. Este procedimiento claramente dialógico y de cruce de voces, muy usado en la novelística contemporánea es anticipado visionariamente por el genio Cervantino como desafío abierto a los planos de narración y a la concepción clásica y armoniosa de la forma cultural y política que es la novela.

En la misma medida, hay que destacar como el prólogo del Quijote no se queda atrás en aquellos juegos que buscan desmitificar la unidad de sentido del texto. Aquí la trasgresión nos remite a la totalidad de la obra y a una lectura bajo una óptica cínica y descreída tanto en lo relativo a la forma del texto como a su contenido, pues todo lo que en un principio el escritor nos dice en este umbral, que el Quijote no será, se desdice en la práctica.

Tozudo y contra-arquetípico su afán creativo se orienta a presentar una novela plagada de derroches barrocos, explotación satírica y absurda de aquella majestuosidad helénica y latina, pomposidad culterana que en principio ataca y de la cual reniega airado pero que ante el consejo y orientación de un amigo, diálogo afectuoso y sentido que también nos presenta el prólogo, Cervantes no duda en incluir en su particular estilo a lo largo y extenso de toda la obra. Por ello los sonetos dedicados a los personajes incluido Rocinante, los metatextos; pequeñas novelas ejemplares que interrumpen y discurren a la par del viaje del Quijote y Sancho, muchas veces insertas y con gran injerencia sobre la trama central, las alusiones topográficas, los refrenes del escudero, las citas en lenguas muertas, los intertextos y alusiones a múltiples obras en capítulos como el escrutinio de la biblioteca del protagonista, en que entre muchos clásicos se menciona a la Araucana de Ercilla, en definitiva una suma de elementos que crean un universo complejo y autónomo asentado en la palabra y aún así capaz de influir y golpear al llamado mundo real.

Debemos destacar en torno a aquel diálogo ficticio con su amigo, como Cervantes se aprovecha de introducir una bofetada al siglo de oro y sus lumbreras, pues en las páginas, descarnado el español expone de qué manera ridícula y simplona el creador dará uso y rienda a semejantes formas, imitando a quienes en su tiempo ponen una cita de Aristóteles o el nombre de un gigante de la Biblia a fin de engrosar su pretendida sabiduría.

Al respecto, se ha señalado históricamente la disputa de Cervantes y Lope de Vega y como los prólogos y los Quijotes apócrifos eran mecanismos en su disputa, más allá de lo anecdótico, lo destacable es como Cervantes hace de su obra tanto en lo que atañe a la locura del Quijote como en la forma en que esta se nos presenta, un gran universo que de forma sutil conversa y rebate a la novela como instrumento del hombre y su cultura, provee una visión panorámica de su tiempo y contemporáneos, sus crisis, anhelos y como se maneja la tradición, los usos clásicos, el ideal y utopía renacentista frente a los cambios de la época que desembocaran en un extenso y nutrido periodo conocido como barroco. La vanguardia y experimentación técnica no le son ajenas y la ironía, uno de los más fecundos medios de derribar verdades impuestas como absolutismos y esteriotipos, hacen del ingenioso prólogo del Quijote un mapa interpretativo de la novela que nos remite de modo ambiguo al autor, a su falta de sapiencia, a su desinformación o más bien, intencionada burla de quienes por voluntad se someten a su juego y penetran al mundo relativista del antihéroe mesiánico que luego de cuatro siglos aún cabalga por entre la realidad y la ficción asombrándonos.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en: Cinosargo



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