domingo, 31 de enero de 2010

Cerramos nuestra edición de Enero del 2010 con 105 notas

15:21



Noticias y notas

SEGUNDO RECITAL DE POESIA JOVEN EN ARICA: FRONTERA APARTE (leer)

La Cabuda Cartonera presenta: (leer)

Actualización en Blog: Arica Poesía (leer)

Estrenamos el número XII de la Santísima Trinidad edición noviembre del 2009 (leer)

Estrenamos el número XVIII de Revista Cinosargo edición de noviembre del 2009 (leer)

Proyecto 451 (leer)

LOS LIBROS DE CASCAHUESOS EDITORES CONSIDERADOS ENTRE LO MEJOR DEL AÑO 2009 EN NUESTRO PAÍS. (leer)

JUEVES DE BOHEMIA UNA MIRADA AL 2009‏ (leer)

Segundo Recital de Poesía Joven Frontera Aparte: Poetas desde México y Perú (leer)

Estrenamos el número XIII de la Santísima y cumplimos un año de existencia. (leer)

La Esfera Cultural anuncia: Un año de la Esfera Cultural. Feliz Cumpleaños (leer)

JUEVES DE BOHEMIA LITERARIA - ENCUENTRO LITERARIO CON ORLANDO MAZEYRA (leer)

BLOG DE CASCAHUESOS EDITORES HA SIDO NOMINADO AL PREMIO REVISTA DE LETRAS DE ESPAÑA (leer)

Recital de poesía en la UNSA (Arequipa) (leer)

Fotos del recital organizado por Cinosargo: Frontera Aparte (leer)

Programa Descentralización Poética Puerto Varas (leer)

Taller de Escritura Literaria: César Bandin Ron (leer)

Estrenamos el número XIX de Revista Cinosargo edición diciembre del 2009 (leer)

Autores

WITOLD GOMBROWICZ Y LEÓN BOURGEOIS (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y HENRI BERGSON (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y LAS NOVELAS SENTIMENTALES.(leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y EL ABATE BARCELOS (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y SUS PRIMEROS GARABATOS (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y LAS CARAS (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y LAS ARTES PLÁSTICAS (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y GABRIELA ZAPOLSKA (leer)

WITOLD GOMBROWICZ Y EL CAFÉ ZIEMIANSKA (leer)

El Padre de Olegario Lazo Baeza (leer)

Del pajarístico al lenguaje de los pájaros (leer)

El PDF es un pequeño gesto para democratizar la lectura. Entrevista por Andrea Ocampo (leer)

Apocalipsis doméstico de Gonzalo Millán (leer)

Comunicado de prensa: Lanzamiento Superhéroe de Gonzalo David (leer)

Aclaración Preliminar de Eduardo Llanos (leer)

Presentación libro Aire Quemado de Gladys González (leer)

INFOLIOS DE ESTE TIEMPO Y DE OTROS: resaca y certeza (leer)

AULLIDO (leer)

MAURIZIO MEDO: EL POEMA COMO HUELLA DIGITAL (ENTREVISTA) (leer)

Poemas de Jaime Saenz (leer)

Relicario de Tinieblas de Martín E. Tisera. (leer)

CARLOS ERNESTO GARCÍA EN REVISTA (leer)

La muerte de J.D. Salinger conmociona el mundo literario (leer)

OTRA VUELTA DE TUERCA: LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS de Enrique Lihn, Editorial Universitaria (leer)

Heterotopías de subversión y violencia en Para detener el tiempo de Jorge Vargas (leer)

Poesía invitados

Poesía de Pablo Volumen (leer)

EL VIENTO por Antonio Arroyo Silva (leer)

Poemas de Jaime Antonio Guzmán (leer)

Sopa de bambú por Teresa Iturriaga Osa (leer)

Poemas de Martín Zúñiga Chávez (leer)

Poemas de Constança Lucas (leer)

VENIBAL POR GABRIEL MOYANO CARDENAS (leer)

NÉMODA (leer)

Sagrado Fuego de Ulises Varsovia (Selección) (leer)

Comic, arte visual, teatro y pintura

Videos

Entrevista a Daniel Rojas Pachas en Gonçalves On-Line y la Cultura (leer)

Narrativa.

El coco (leer)

Bienvenida Nina (leer)

Un año más por Jorro Rojas (leer)

LA TRAVESÍA DE LOS TAMALES (leer)

Noche de Vela (leer)

El humo del Bósforo / Microrrelato (leer)

Perdón, no me estoy excusando. (leer)

The great northern trendkill (C. I. N. N.) (Por Víctor Escobar) (leer)

DOÑA MINA Y EL CAPI (leer)

Rogger, extraviado en un limbo (leer)

Filosofía y pensamiento.

Ensayos, crónicas y obras de nuestros autores.

Daniel Rojas Pachas

Perro del Amor de Oliver Welden y la agonía como axioma vital por Daniel Rojas Pachas (leer)

Elephant Gun de Kreit Vargas: El mecanismo celeste y la flexibilidad del sentido. (leer)

Edificaciones Trashumantes de Oscar Saldívar o una bitácora de la extinción. (leer)

Nota de Daniel Rojas Pachas sobre Guillermo Deisler en el Mercurio de Antofagasta (leer)

José Martínez Fernández

BAKUNIN: EL MÁS GRANDE ANARQUISTA DE LA HISTORIA (leer)

LAS CUATRO GRANDES DE LA POESÍA LATINOAMERICANA DEL SIGLO VEINTE (leer)

ROSAMEL DEL VALLE: EL POETA DE LA TRISTEZA LARGA (leer)

LA CAZUELA ESTÁ EN CIRCULACIÓN (leer)

Arturo Volantines

Escritores en La Serena celebran su día entre nubes y mal tiempo (leer)

Rodrigo Ramos Bañados

La influencia de Roberto Bolaño y 2666 (leer)

Camanchaca (leer)

Avatar (leer)

Wilfredo Carrizales

MI AMANTE TIENE LAS VIRTUDES DEL AGUA (leer)

DE BRUCES Y CONCISO (leer)

EL GENERAL (leer)

Rolando Gabrielli

Sebastián y Varguitas (leer)

Camus después de Camus (leer)

El espejo oscuro de Haití y otros poemas (leer)

Los eternos adioses de la novela (leer)

Arturo Ruiz

Crítica de la filosofía del derecho de Hegel -- Karl Marx (sobre la religión) (leer)

HOROSCOPO 2010 .(leer)

PETICIÓN A MIS AMIGOS, ENEMIGOS, DEFENSORES, DETRACTORES Y LA GRAN MAYORÍA A LA QUE NO LE IMPORTO (leer)

EL TERREMOTO ESPIRITUAL (leer)

VIRANDO A LA DERECHA EN TRANSANTIAGO (leer)

CONSIDERACIONES TEMPESTUOSAS (Pero no Intempestivas) (leer)

NOSOTROS LOS SIMPLES MORTALES (leer)


Violeta Fernández Riquelme

Gramma de Daniel Rojas Pachas o la errancia grotesca del verbo por Violeta Fernández Riquelme (leer)

Ignacio Cardenal

CRONICA DE UN VIAJE INTERDEPARTAMENTAL (leer)

Invitados

Eduardo Jeraldo Farías.

GRAMMA DE ROJAS PACHAS o El juego de las cadencias por Eduardo Jeraldo Farias Alderete (leer)

Alto Hospicio (por Eduardo Farias Alderete) (leer)

Alto Hospicio, novela gráfica o la imaginería de la crueldad (por Eduardo Farías Alderete) (leer)

TACONES BAJO LA LLUVIA DE ANITA MONTROSIS O LOS DIVERSOS ROSTROS DE LA FEMINEIDAD.(leer)

Carlos Marchant

UN PONCE QUE NACIÓ PARA SUFRIR (leer)

Thangrinus

Origen, nihilismo y megalomanía de la Vanguardia (leer)

Tito Manfred

AÑO 24 D.C (DESPUÉS DE CLARK) por Tito Manfred Van Battenburg (leer)

Mariano Cantoral

TENTATIVA ENSAYÍSTICA ACERCA DEL ARTE COMPARADO Y DERIVADO (leer)

Leo Lobos

RODOLFO ALONSO y sus 5 poemas bajo el sol (leer)

De la poesía de Haití (leer)

APRENDIENDO DEL AIRE (leer)

Víctor Sampayo

Estudiosos de la verdad* (leer)

Carlos Henrickson

urdimbre, de Julieta Marchant: un paso afortunado hacia la verdad poética (leer)

Anita Montrosis

Piedra negra (leer)

EDICIONES ANTERIORES

EDICIÓN DE MAYO 50 NOTAS: (leer)

EDICIÓN DE JUNIO 192 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE JULIO 285 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE AGOSTO 269 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE SEPT. 250 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE OCTUBRE 173 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE NOVIEMB. 160 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE DIC. 217 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE ENERO 09 - 260 NOTAS (leer)

EDICIÓN FEBRERO 09-215 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE MARZO 09 -219 NOTAS (leer)

EDICIÖN DE ABRIL 09 -207 NOTAS (leer)

EDICIÖN DE MAYO 09 -180 NOTAS (leer)

EDICIÖN DE JUNIO 09 -180 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE JULIO 09 - 177 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE AGOSTO 09 -151 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE SEPTIEMBRE 09 -124 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE OCTUBRE 09 -110 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE NOVIEMBRE 09 - 94 NOTAS (leer)

EDICIÓN DE DICIEMBRE 09 -106 NOTAS (leer)


sábado, 30 de enero de 2010

Paridad.

12:08

Paridad.

“¿De qué sirven los polos, los ecuadores,
los trópicos, las zonas y los meridianos de Mercator?
Así gritaba el capitán. Y la tripulación respondía:
“¡No son más que signos convencionales!”

“Lewis Carroll – La caza del Snark”


Aún quedan fondos por recorrer

olvidados por aquella costumbre

a mirar dentro del abismo cotidiano…

y despiertos,

soñamos

esta negligente esperanza

como el perdón de un manierista dios sin párpados

vigilando la noche eléctrica de los alucinados al nacer

“haz dejado de crecer hijo, ahora empiezas a morir”

abre las cortinas

y deja que aquella retina

en su punto más feroz

atraviese de par en par el corazón sagrado de tu sombra…

no hay reflejo más hermoso

que aquel que traduce al muro del olvido

y ella…

cruzó al otro lado.


Datos.

Nombre: Daniel Rojas Pachas

Nacionalidad: Chilena

Con este poema participo en el segundo Concurso de Poesía de Heptagrama



viernes, 29 de enero de 2010

En las vitrinas hay maniquíes. (Fragmento de La Ciudad de Gonzalo Millán)

17:35

En las vitrinas hay maniquíes.

Los maniquíes son de yeso.

Los maniquíes están inmóviles.

Los maniquíes son elegantes.

Los maniquíes visten ropa cara.

Ropa nueva de primera mano.

Los maniquíes no tienen frío.

Los maniquíes no tienen hambre.

Los maniquíes lucen saludables.

Son felices.

Están siempre sonriendo.



jueves, 28 de enero de 2010

Nota de Daniel Rojas Pachas sobre Guillermo Deisler en el Mercurio de Antofagasta

13:28


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Nota de Daniel Rojas Pachas sobre Guillermo Deisler en la linterna de papel del Mercurio de Antofagasta

Lunes 25 de enero 2010


Notas anteriores del autor en este medio de prensa



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Nota de Daniel Rojas Pachas sobre la Novela: Cállate Viejo e Mierda en la Linterna de Papel del Mercurio de Antofagasta


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Nota de Daniel Rojas Pachas en la Linterna de Papel del Mercurio de Antofagasta

Primero de Diciembre del 2009

En torno al primer encuentro de escritores de Antofagasta.



miércoles, 27 de enero de 2010

domingo, 24 de enero de 2010

Edificaciones Trashumantes de Oscar Saldívar o una bitácora de la extinción.

14:42

Edificaciones Trashumantes de Oscar Saldívar o una bitácora de la extinción.

Autor: Daniel Rojas Pachas.

El poemario “Edificaciones Trashumantes” (Cascahuesos 2007) de Oscar Saldívar Bolívar, joven autor Arequipeño, entrega a lo largo de sus versos un mensaje que prioriza el sentido de finitud, desarraigo y precariedad existencial.

El texto por entero, desde el título hasta el último escrito exalta lo fugaz de la realidad.

“El universo inasible/ Llamando desesperadamente a los muertos”

Si atendemos a la mera denotación hay que señalar que por Edificaciones hablamos de sistemas, diseños y constructos que poseen en esta ocasión, una calidad especial, la de trashumar o sea ir de paso como aquel pastoreo móvil al cual alude el término en primera instancia. Sin duda la noción de trashumar se ha ampliado con el uso y hoy prevalece la condición de viajero, nómade y errante, misma que se complementa con el subtítulo que Saldívar agrega al poemario: “itinerario de las impermanencias” Hablamos entonces de un plan o bitácora de desaparición.

Premisa que sin duda traza las rutas de lo material y abstracto referido por la voz, condición que se repite sin exceptuar, en el modo que aborda lo inerte, virtual y orgánico.

“Sólo desaparecer / Abandonar la estación de los años / Como el agua de las nubes”

(…)

“El escenario incesante de las pasiones y las cenizas”

(..)

“Después de la batalla digital / Y los campos de cenizas / Escapamos en nubes oscuras / Como una dulce estampida”

Las citas demuestran como el mundo a la luz de los versos de Saldívar tiende a su agotamiento, se consume a sí mismo, estamos ante dimensiones fungibles del universo, impresiones desechables de las cuales, tan solo el espíritu desasido y transitorio prevalece. Esta condición tan particular se revela en un primer momento en el tratamiento que el autor da a los objetos a través de sus hablantes. El poemario usa las siguientes frases “balsa que agoniza” o “isla que se hunde”

Relevante resulta en ese sentido atender a los semas que cada texto esgrime y como ellos van vinculando transversalmente las nociones de honda precariedad y agonía ya sea en lo cósmico como en lo humano.

“Esta vestimenta / Son parches que he cocido / Para esconder tanta precariedad y hondura”

Se alude al cuerpo como un saco raido y golpeado cuyo interior soporta todo el paso del tiempo.

“Ya no quiero descansar / Ni en el patio ni en el parque ni en el sueño / Porque yo sé que ineludiblemente no podré sostenerme”.

Ese envase que somos recoge todo el dolor, aglutina toda la amargura y la presión que reposa va tomando forma producto de la condición inevitable de ser para la finitud.

Esta osamenta / Pagana e insepulta / Es una fábula

Por ello no sorprende un verso como el anterior, Saldívar al hablar de los huesos, lo más material de nuestra anatomía, los restos que nos suceden y que muchas veces han servido en la historia humana para dar un testimonio del dolor o el destino del individuo como diría el poeta Iquiqueño Oscar Hahn en su poema Hueso “Todos lo huesos hablan / penan acusan alzan torres contra el olvido trincheras de blancura que brillan en la noche / El hueso es un héroe de la resistencia”, lo hace en un sentido adverso.

En el texto que inaugura el libro del arequipeño el hueso posee el carácter de fábula, lo cual ratifica la idea de edificación, de arquitectura orgánica pero envuelta en una amalgama ineludible con aquel sentir de irrealidad, de ficción, pasajes inventados y por ende quiméricos.

“En definitiva / Aquello que me sustenta / Es una vaciedad / Que me subleva / Alcanza las alturas del tedio”

Podemos agregar que las palabras toman su camino marcadas por un férreo sentido de insustancialidad. Son partes que se ensamblan como un sistema constituido en el abismo de su propia derrota y fantasmagoría.

Esa nada que todo aglutina y devora, cada pieza condenada al derrumbe y caída.

“En la intemperie / Se alzan edificaciones trashumantes / Nubes de tierra / Como los mares destruidos de una pretérita angustia / Indeseable monólogo / Que invade de infortunios / Los lugares donde estuve / Como un despojo en los acantilados”

En definitiva estamos ante un constructo fantasmático que en términos de Pedro Lastra podemos definir como: voyerismo y fascinación por las cosas vistas como desprendidas de su anclaje en lo real: La imagen tiene el mismo rango ontológico que la realidad, la que puesta así en crisis se revela en su carácter fantasmático. Lastra concluye: Me parece que la noción de fantasma y la relación con la fantasía y lo fantástico están en la base de construcciones poéticas que cristalizan instantes, fugacidades de la percepción.

Esta apreciación podemos asociarla a todos los niveles y dimensiones de lo existente y conceptualizado por el ideario humano. Por ello vale la pena destacar que toda acción contraria o desafiante que los organismos asuman ante la mirada traslaticia que impera, sólo conduce a un resultado. Empozar el tiempo y espacio.

“Esta resistencia / Multiplica el desencanto

Verso gravitante a la hora de pensar la poética de Edificaciones Trashumantes pues tal frase mesura y sintetiza el movimiento de aquel “Ejercicio ordinario de vivir” coloca la situación en contexto y expone el devenir como un montaje, una escenografía de la derrota pensada para sustentar el fracaso.

“Un vaso con agua / Las pastillas vacías / Las cartas no escritas / Las luces inútiles/ Esta fatiga / Siempre unánime e inconsolable”

Lo interesante de todo sin embargo es el tratamiento imparcial y objetivo que Saldívar logra en el texto pues su visión es ajena a lo moralizante y determinista, no busca juzgar o presentar una mirada caústica de la vida, todo lo contrario, en términos amplios la posición de su o sus hablantes es la de un observador que se sobrepone consciente a esta situación. Esto lo podemos evaluar en algo sencillo, el extenso uso de pronombres demostrativos; por ejemplo la voz suele sugerir por medio de los múltiples “esta” o “esa” (Esta resistencia / Esta osamenta o Esta vestidura ) o (Ese naufragio / Esa perseverancia / Éste Ése Aquel) Una suerte de distancia imparcial o alienación de la sentimentalidad básica que puede existir hacia el objeto o situación poetizada, lo cual promueve una seguridad frente al desencanto, un pleno dominio y afirmación de esa condición intrínseca de ser un diseño y conciencia que se sabe finita y perentoria, que conoce los límites de su posibilidad como realidad y los términos inciertos pero plausibles bajo los cuales está llamada a poner término a su estructura física, mental y emocional. Realidad viajera y cambiante pero caduca al fin y al cabo

“Mi cuerpo es una huella / Circunstancia precaria / Una constelación de algas /Transfiguraciones extenuadas”

(…)

“Estar tanteando donde caerse muerto”

Otro elemento clave como consecuencia de esta realidad transitoria es el reconocimiento textual del desquiciamiento, de la experiencia límite como diría Kristeva. “De esta dialéctica se desprende según la autora franco-búlgara, un sujeto polimórfico que se revela en las grietas del lenguaje, en esas fisuras que lo semiótico abre sobre lo simbólico. Kristeva intenta mostrar con esto, que la literatura de lo abyecto lejos de ser un margen menor de nuestra cultura; es la codificación última de nuestras crisis, de nuestros apocalipsis más íntimos y más graves”. (Rojas Pachas, Realidades Dialogantes, Cinosargo, 2009)

En los lindes de lo fugaz se busca el origen y destino del arrebato, la desnudez en la falta de cordura.

“En que territorios reposa la memoria / Si este sueño es un sendero de arrebatos”

(…)

“El exilio me sepulta /En las mismas penumbras / Desnudo y desquiciado”

(…)

“Hay mareas mentales / Inquebrantable elegía / Eternidad que golpea los acantilados de una tarde”

Todo lo enunciado hasta este punto en la lectura que podemos hacer de Edificaciones Trashumantes de Saldívar se sintetiza en la cita que abre el poemario. El autor valiéndose de lo dicho por Södergran reafirma en cada verso la siguiente máxima “soy un paso hacia el azar y la ruina”

Juego intertextual que se extiende entre cada epígrafe pues allí reside un sistema de correferencias implícito que opera sobre el entendimiento que el lector empírico puede hacer en la búsqueda de sentido, la voz de Borges por ejemplo resuena al inicio del poema III y dice “No nos une el amor sino el espanto”, concepción Borgeana que sin duda complementa las ideas esbozadas.

En claro queda que el pegamento que mantiene firme y da sentido de unidad al universo como lo conocemos, es el miedo. El terror es la argamasa de aquella amargura y orfandad del ser, la raíz de todas nuestras crisis y victorias.

Por tanto la dispersión del ser que tanto grafica y expone en sus versos Edificaciones Trashumantes, se revela de pronto aglutinada pero por una incertidumbre oscura y horrorífica. Otra vez la idea de fantasmagoría y lobreguez acompaña la realización del tiempo y espacio en el universo que poéticamente Saldívar nos dibuja, por ende incluso en la invocada uniformidad, orden y organización, en aquel “insoportable concierto de las horas” reside una materia oscura que multiplica lo pasajero de estos diseños /organismos.

Estructuras/sistemas trashumantes que podemos ampliar en su conceptualización pues reúnen no solo el cuerpo y mente humana sino todo sistema con variaciones, normas y nexos interdependientes, lleno de elementos subordinados y en constante comunicación, lo que a su vez permite pensar en el derrumbe y precariedad de comunidades completas, ciudades, edificios o el lenguaje, las tipologías y los géneros, al tratarse también de diseños y edificaciones.

“Igual que una incesante ola / Un verso se hace y se deshace / Como un nudo / Como una cópula”

La connotación de la obra se expande y la escenografía de la desidia y desazón alza de forma amenazadora aquellos objetos, esos cuerpos sujetos con su violenta imposición de lo precario. En los rostros y las dimensiones aplastantes todo revela sin excepción el paso de los días, los movimientos y el tránsito, la vuelta, el traspaso de una página de un estado de letargo o avidez a otro.

“La desidia prospera a su libre albedrío /Esa perseverancia incierta de los días”

El ser transpuesto, transido, transportado genera una sensación categórica para el lector, de modo que la poesía de Saldívar lleva esta inquietud al plano de lo metafísico y nos presenta más que una verdad, lo posible de esa realidad que todos somos o ignoramos valiéndose del poder del lenguaje y la perentoria afirmación que otro diseño fantasmal como el código lingüístico puede hacer precariamente de sus usuarios y detentadores.

Es una especie de auto observación, de reconocimiento de la propia finitud que asociamos al epígrafe que Cisneros le provee: “Yo corrí con ellos, yo los vi correr” o sea yo soy una edificación trashumante y vi a otras edificaciones transitar. Por tanto esta osamenta que es una fabula, un cuerpo y mente en fuga consciente leyó, miró y entendió la realidad de otras entidades igualadas en la precariedad.

Discurrir en el que no sólo nosotros como seres pensantes vemos la realidad y la nominamos condicionándola, todo va sucediendo, los recuerdos, los sueños, las horas, las nubes, las olas, los lugares en la perseverancia incierta de los días. Voluntad que posee la desidia y ante la cual todo crece como un compendio de la fatiga como una tarea absurda, llena de artificios y artefactos para los cuales nosotros también somos objetos, usuarios usados, parte del dispositivo atado por su diseño y predispuestos nos ubican en una sala entre paredes con una rutina y formula, con un horario y plazos a cumplir.

“Aquí me tienes /Secándome/ Como esa ropa tendida en los techos del mundo”

La batalla digital es la prueba, tareas cotidianas para ese organismo, lugares comunes, afeitarse, sacar la basura, los juegos, el trago.

Todo caído, todo desmoronado y reducido a lo insalvable, el árbol, el corazón, la vigilia, que corrompe el sueño, la nostalgia que invade el sufrimiento, las imágenes de la agonía y la adversidad, se trata de una roca inmensa que se empuja para volver a caer, una carga terrible o una herida que no cierra, y vuelve a dividirte.

“Y la memoria se precipita / Como una invasión de hordas sanguinarias / Convulsiona la precariedad de antiguos avatares”

Sostenidos por el dolor, unidos por el espanto aquella rutina inexorable prefigura la imagen del cansancio en los muebles y paredes bajo cierta luz que revela la fealdad del mundo que cargamos y empujamos desde el vacio hasta el vacio.

Al final retornamos a los intentos de escape, esas resistencias o batallas que se libran contra lo promedio, contra las pautas de la realidad y sus armadas directrices. Escapismo imposible e inútil de las paredes que comprenden al propio ser. La compañía es una de las formas, una noche de poesía nos cuenta Saldívar en Tabaco y Ron, una excusa para concertar la miseria y el dolor, para tapar con placer y ritmo orgiástico la carga, ritos noctámbulos, travesías por parques, calles, formas que decantan un sentimiento generacional de tributo al fracaso y autoconsumo.

Como diría Ginsberg en Howl: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna” o más reciente Bolaño “Y los oí cantar, los oigo cantar todavía, ahora que ya no estoy en el valle, muy bajito, apenas un murmullo casi inaudible, a los niños más lindos de Latinoamérica, a los niños mal alimentados y a los bien alimentados, a los que lo tuvieron todo y a los que no tuvieron nada, qué canto más bonito es el que sale de sus labios, qué bonitos eran ellos, qué belleza, aunque estuvieran marchando hombro con hombro hacia la muerte, los oí cantar y me volví loca, los oí cantar y nada pude hacer para que se detuvieran (Amuleto 2002)

En conclusión, estos cuerpos y espacios vivos que fluyen en rumbo mutante a su ocaso, podemos verlos de manera general como organismos y de acuerdo a lo que Saldívar expone, vinculados por la materia prima de su desgarro, juntos y comunicados en la desazón, el desencanto inefable de lo transitorio y pasajero.

Un ejemplo base es el del siguiente verso. “Y el tiempo resbala en esos avatares / Como una lágrima que ya en el suelo / Es un despojo que sencillamente se deshace en nada”

Lágrima que tanto puede significar y aglutinar como un reflejo material del espíritu, del dolor, sin embargo se pierde en un charco demostrando que somos pasión inútil, esperanzas arrojadas a un vacio de la cotidianidad que nos iguala y nos devora y el cuerpo como mortaja y receptáculo opera cual motor de lo absurdo y violento.

“Esa imagen frenética de andar violentos / Ensayando la semejanza brutal e inquietante”

Nacemos entonces para morir y también para devastarnos y nuestros mundos tanto internos como externos, nuestro subconsciente y las redes de una urbe o la virtual red que nos comunica sólo son imágenes, fabulas, representaciones de esa osamenta que tampoco pasa más allá del espectáculo de su propia degradación.


Autor: Daniel Rojas Pachas.

Bibliografía.

Saldívar Bolívar Oscar, Edificaciones Trashumantes, Cascahuesos 2007

Lastra Pedro, Leído y anotado: Letras Chilenas e Hispanoamericanas LOM 2000

Rojas Pachas Daniel, Realidades Dialogantes Cinosargo 2009



sábado, 23 de enero de 2010

LA VIRGEN EN EL SANTUARIO DESMORONADO (SOBRE LA TIRANA DE DIEGO MAQUIEIRA)

13:07



LA VIRGEN EN EL SANTUARIO DESMORONADO (SOBRE LA TIRANA DE DIEGO MAQUIEIRA) Thomas Harris Espinosa En Revista Mapocho. Nº 54


“La imagen del cuerpo no se inventa: brota, se desprende
como un fruto o un hijo del cuerpo del Mundo”.
Octavio Paz: Conjunciones y disyunciones.

La encarnación en imágenes del cuerpo es un producto: emerge, nace o se desgarra de los cuerpos sociales, históricos y culturales de su tiempo y su espacio. Puede ser encarnación o desgarradura, pero lo constituyen el reflejo, la analogía y la mimesis. Pero en el caso del cuerpo se impone una suerte de dualidad ontológica: es, como afirma Roland Barthes sobre la Bruja en su prefacio a La Sorcière de Jules Michelet (1959), a un tiempo, un producto y un objeto: “captada en el doble movimiento de una causalidad y una creación”. Y ambos producto-objetos históricos y estéticos que encarnan en imágenes, el cuerpo y la bruja, no han estado lejos en la espiral de la Historia: es más, a veces se han fundido en épocas oscuras donde son castigados como una sola entidad maligna o diabólica, enemiga del Espíritu y la Razón.

De esta manera, el cuerpo en el arte contemporáneo ha transitado desde la máquina erótica de Marcel Duchamp y las muñecas de perversión polimorfa de Hans Bellmer, en las vanguardias de posguerra, al cuerpo sudamericano, lacerado y reprimido, durante la dictadura militar de los 70-80 en Chile, en las performances de Carlos Leppe, entre vendas, travestismo e instrumentos de tortura; o, ya entrados los 90, en experimentaciones como la llamada “Casa de vidrio” o “Proyecto Nautilus” (pobre Julio Verne revolviéndose en su tumba) consistente en una suerte de instalación en la que dentro de una casa de paredes transparentes, ubicada en un terreno baldío en el centro de Santiago, se paseaba, fingiendo una rutina cotidiana, una joven actriz, con más desnudos cotidianos que los que en la cotidianidad se practican; el espectáculo –dado que de eso se trataba, al final de cuentas, la “propuesta”–, más que el de la privacidad expuesta fue el del desenfreno voyerista y lúbrico de una horda de perros humanos hambrientos de mirar. La creatividad de la opresión: del martirologio a la compulsión voyerista. Finalmente, ya entrados en el año 2000, Spencer Tunick llega a Santiago de Chile con sus sesiones fotográficas de desnudos masivos, realizados en la madrugada, y programados para una serie de tomas fotográficas, donde el “destape” chileno mostró, más que una catarsis liberadora, una nueva compulsión de mostrar desesperadamente, como si esa madrugada fuera la víspera del Apocalipsis, unos cuerpos violáceos, casi a 0° grados centígrados, y donde estos cuerpos evidenciaban la falta de salud y los malos hábitos alimenticios de la población chilena, en la celulitis, los vientres desbaratados y las carnes flácidas de jóvenes y viejos, productos de las grasas saturadas y el exceso de comida “chatarra” de las cadenas McDonald’s.

Pero no sólo hay mimesis del cuerpo histórico y social en la imagen del cuerpo producida por el arte o por las representaciones culturales en un sentido más amplio, sino, además, resistencias en la imagen artística del cuerpo hacia el cuerpo de su Mundo, desgarradura del cuerpo del hombre con su entorno o contexto, y expresión multiforme de esta desgarradura; el arte –y la cultura toda– codifica una totalidad difusa e inabarcable para la percepción y la devuelve en forma asible en el tejido del sentido a nuestra conciencia.

Pero particularmente en el arte, como en el erotismo, aparece siempre una “alteración”, al decir de Bataille, una fisura, el rudimento de una forma de resistencia: es el espacio polivalente de la angustia, la angustia que constituye el sentido de aquella desgarradura en la superficie rugosa y alienada del contexto.

Esta relación de mimesis y resistencias, creo, se reproduce en el interior del poemario La Tirana de Diego Maquieira (1983), texto que relaciona estrechamente la imagen del cuerpo y la concepción del erotismo como práctica de intercambio erótico en la ciudad contemporánea, como práctica social sancionada por una cultura y praxis urbanas, cuyo núcleo semántico, en el texto, estaría condensado, o abrigaría su mayor condensación semántica en el enunciado: “puta religiosa”.

En mi solitaria casa estoy borracha
y hospedada de nuevo
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
ya no me puedo sola, yo la puta religiosa
la paño de lágrimas de Santiago de Chile
la tontona mojada de acá
Me abren de piernas con la ayuda de impedidos
y me ven tirar en la sala de la hospedería

La Tirana XI
(Agarrándome al cielo de Dios)

Antes de desarrollar este aspecto mencionaré algunos elementos articuladores del poema, necesarios para comprender de qué manera el enunciado citado va desplegándose metafóricamente en los diversos estratos del poemario.

– La Tirana como texto donde se reúnen principios y términos considerados tradicionalmente como contradictorios, en un intento de fusión dialéctica, de anulación de antípodas, de claras reminiscencias del surrealismo bretoniano de 1924.

– El texto como intersticio de resistencia del cuerpo en tanto entidad biológica reprimida.

– El espacio urbano como escenario o locus donde transcurre el poema, en tanto es una serie fragmentada de secuencias narrativas interruptas.

– Una conducta poética o textual imprevisible y barroca, como la define Enrique Lihn en la revista Cauce del 5 al 11 de mayo de 1986, refiriéndose a Los Sea Harrier en el firmamento de eclipses (Poemas de anticipo), el siguiente libro publicado por Maquieira, en el otoño de 1986, después de La Tirana: “El título del primer poema, en inglés, escribe Lihn, “Baroque Behavior” comportamiento barroco) es la expresión que se utiliza en Inglaterra para designar las nuevas tribus británicas (Punks, Teddy Boys, Mods, Bikers, etc.). La conducta lingüística de Maquieira es también imprevisible y barroca: una mimesis de la peligrosidad de esos grupos marginales. Y la marginalidad es su tema.”

– Y, siguiendo a Lihn en el texto citado: la marginalidad como eje articulador del poemario: “la marginalidad central del explosivo mundo moderno o el descentramiento de este mundo por el poder marginal”: el demonio de quien “se anuncia una próxima revuelta hacia el porvenir, para recuperar la antigua y olvidada belleza”. Donde desembocamos en un subtópico, el de la “belleza convulsiva” de la que hablaba André Breton o, un poco antes en el tiempo, en los gestos luciferinos de Baudelaire. No sé si estará de más aclarar, siguiendo todavía a Enrique Lihn, que todo esto ocurre al nivel del relato que tanto los poemas de los Sea Harrier como los de La Tirana proponen como una virtualidad.

El poemario –un conjunto orgánico de textos que se entrecruzan, mixturan y relacionan, divididos en dos series (“Primera docena” y “Segunda docena”), con un “Gallinero” intercalado–, se programa en el poema que abre la “Primera docena” de la serie:

Yo, La Tirana, rica y famosa
la Greta Garbo del cine chileno
pero muy culta y calentona, que comienzo
a decaer, que se me va la cabeza
cada vez que me pongo a hablar
y a hacer recuerdos de mis polvos con Velázquez.
Ya no lo hago tan bien como lo hacía antes
Antes, todas las noches y a todo trapo
Ahora no
Ahora suelo a veces entrar a una Iglesia
cuando no hay nadie
porque me gusta la luz que dan ciertas velas
la luz que le dan a mis pechugas
cuando estoy rezando.
Y es verdad, mi vida es terrible
Mi vida es una inmoralidad
Y si bien vengo de una familia muy conocida
Y si es cierto que me sacaron por la cara
y que los que están afuera me destrozarán
Aún soy la vieja que se los tiró a todos
Aún soy de una ordinariez feroz

La Tirana I
(Me sacaron por la cara)

Hay, en esta voz que comienza a hablar de sopetón, entrando en el texto con la afirmación más apremiante que puede hacer quien habla, el Yo, la primera persona del singular que individualiza y desmarca, que asume al sujeto en toda su potencialidad: un yo que es femenino en sus atributos, que se presenta un tanto clownescamente, como en los discursos de algunos personajes de Beckett, en los que rara vez podemos distinguir desde dónde se nos habla y dónde se ubican la dramatis personae o las voces; en el caso de Maquieira, una “Yo” muy ambigua y difusa que se compara con Greta Garbo, pero que a la vez decae, tanto sexual como socialmente (en un país como Chile, que en algunos segmentos sociales aún se vive en un substrato colonial, evidenciados más aún en el contexto represivo y estratificado de la dictadura militar), y que se refugia en las “Iglesias” –¿por qué esas ‘Iglesias’ plurales con mayúscula?– y se erotiza con la luz de “ciertas velas” que le iluminan los pechos (“pechugas”) cuando comienza a rezar en la semipenumbra del templo, como una suerte de sustituto del recuerdo de “mis polvos (coitos) con Velázquez” (que más adelante identificaremos como el autor de “Las Meninas”); es decir, como una sublimación religiosa del sexo que antes hacía “a todo trapo”, y “todas las noches”, “pero ahora no”. Lo más extraño, en un comienzo de la lectura de La Tirana, es que esta “Greta Garbo del cine chileno” se solaza en su caída, en su “comienzo a decaer”, en su desmoronarse como un montón de piedras como Pedro Páramo al final de la novela de Rulfo, y, de ese desmoronamiento, de ese decaer, saca la violenta afirmación de su vigencia, de su supervivencia, de su, en suma, proferir:

Aún soy la vieja que se los tiró a todos
Aún soy de una ordinariez feroz.

En “La segunda docena” ocurre algo similar, nuevamente la voz de la Tirana, comienza hablar desde una suerte de indeterminación barroca que se va sumiendo en un mundo carnavalesco y violento, fragmentado y demoníaco, risible hasta la herida y de una ambigua imaginería de devocionario:

En el pabellón de los santos, yo La Tirana
a fuego cruzado por las entradas
me pego la media volada de mi misma vida
Está la cama, está el retrato de Olivares
sólo dos sábanas transparentadas
al contacto de mi cuerpo:
llena de puntos 50 en cada esquina de salida
de mí misma la fachada el desnudo de Dios
Me caí, estoy empantanada en la belleza
me abro hoyos para que salga mi cuerpo
y me salgan hostias por los hoyos
Me ven soplada por vientos que suben
Ya nadie sabe lo que yo hablo
Blanca como papel apenas me ven la vida
pues me han sacado de mi más de allá

La Tirana XIII
(Nadie sabe lo que yo hablo)

Es así como, “sacada de su ámbito de su más de allá” –que podemos suponer sea el de la fiesta religiosa que se realiza en el norte de Chile, donde la virgen y el demonio bailan de la mano, y la que remite el ambivalente título del poemario; o la muerte, que en una de sus tantas denominaciones de la tradición oral se puede homologar con el enunciado citado: “se fue al más allá”, u otro espacio que se despliegue de las múltiples aristas del barroco al que el texto se adscribe, en tanto escritura y referencias: el personaje –o la persona, la voz que habla en todo el poemario– que ha sido traído –no sabemos por quién– al texto desde un espacio que no es ni sincrónico ni espacialmente el mismo; es decir, esa extraña voz que nos habla en el siempre ahora del poema ha sido traspuesta desde otro espacio a uno, el del texto, que no le pertenece y en el que su discurso se percibe como casi ininteligible: “NADIE SABE LO QUE YO HABLO”.

Ahora bien, el ámbito donde transcurre y discurre el poema de Diego Maquieira es la ciudad, ámbito de trasposición, como habíamos dicho al comienzo, donde esa voz que habla en el texto y que identificamos como un algo que se nombra a sí misma como “La Tirana”. Esta ciudad es Santiago de Chile, en concreto, una ciudad latinoamericana contemporánea, donde –se nos va evidenciando en el poema– las prácticas, ritos, encuentros, sucesos, etcétera, difieren del locus indeterminado de donde fue arrancada la voz.

La ciudad es el espacio de la “baja prostitución”, en términos de Georges Bataille, la prostitución moderna, donde la transgresión sagrada es sustituida por el desmoronamiento, signo bajo el cual la prostituta ostenta la vergüenza en la que se sume, en las áreas urbanas que se le han asignado por el movimiento mismo de la ciudad.

“Al prostituirse, la mujer era consagrada a la transgresión. En ella, el aspecto sagrado, el aspecto prohibido de la actividad sexual, aparecía constantemente; su vida entera estaba dedicada a violar la prohibición. Debemos encontrar la coherencia de los hechos y las palabras que designan una vocación así; debemos percibir desde este punto de vista la institución arcaica de la prostitución sagrada. Pero no deja de ser cierto que en un mundo anterior –o exterior– al cristianismo, la religión, lejos de ser contraria a la prostitución, podía regular sus modalidades, tal como lo hacía con otras formas de transgresión. Las prostitutas estaban en contacto con lo sagrado, residían en lugares también consagrados; y ellas mismas tenían un carácter análogo al sacerdotal”. (Georges Bataille, El erotismo, 1ª ed. en Col. Ensayos Tusquest, 1997).

Se produce de esta manera una segunda trasposición de sentidos propios de lo arcaico a la esfera de lo contemporáneo en el texto: la práctica de la prostitución, en la dualidad paradójica que funda el enunciado “puta religiosa”, recobra, en el ámbito discursivo, el sentido arcaico y por lo tanto sagrado de esta práctica, en la que existía un pacto de consagración de la prostituta a la transgresión, donde el espacio sagrado y vedado del “comercio sexual” no cesaba de aparecer; las prostitutas estaban en contacto con lo sagrado y en lugares consagrados, cumpliendo un papel análogo al de las sacerdotisas:

Me caía a la cama rosada de su madre
la cama pegada a la pared del baño
Me caí con velos negros en ambos pechos
cada uno entrando en su capilla ardiente
Yo soy la hija de pene, un madre
pintada por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Mi cuerpo es una sábana sobre otra sábana
el largo de mis uñas del largo de mis dedos
y mi cara de Dios en la cara de Dios
en su hoyo maquillado la cruz de luz
(...)

La Tirana II
(Me volé la Virgen de mis piernas)

Este sentimiento de recuperar el carácter sagrado-ritual de la prostitución se cumple en el texto, pienso, sólo a un nivel de estado deseante, imaginario del imaginario, una falla fantasmática en la textura del sentido, es decir en el vacío, el hiato que media entre el deseo y el principio de la realidad. A fin de cuentas, la “Tirana” o esta virgen socavada de Maquieira es:

La marginada de la taquilla
La que se están pisando desde 1492

Bataille relaciona la aparición de la prostitución moderna aparejada a la aparición en la sociedad de las clases miserables, el lumpen, la extrema miseria que desliga a los hombres de los tabúes o interdictos que fundamentan su ser humano en el contrato social. El desmoronamiento, para Bataille, deja en libertad los “impulsos animales”, lo cual, empero, no significa un retorno a la animalidad, aunque los otros le nieguen a la prostituta su “ser” humano.

“Comparada con la moderna, la prostitución religiosa nos parece extraña a la vergüenza. Pero la diferencia es ambigua. Si la cortesana de un templo escapaba a la degradación que afecta a la prostituta de nuestras calles, ¿no era en la medida en que había conservado, si no los sentimientos, sí el comportamiento propio de la vergüenza? La prostituta moderna se jacta de la vergüenza en la que se ha hundido, se revuelca cínicamente en ella. Es extraña a la angustia sin la cual no se siente vergüenza”. (Bataille: 1997, pág. 140).

En La Tirana, la fiesta sincrética, oficiada por la “puta religiosa” como sacerdotisa desmoronada, se desplaza y emplaza en distintos lugares urbanos también ellos signados por la marginalidad, por la degradación de las prácticas non sanctas: el Hotel Valdivia, bares como Les Asassines, restaurantes equívocos donde caen ángeles de la anunciación sobre las mesas, pero también el Salón Rojo del palacio de La Moneda –en la época de publicación y enunciación del poema en manos del Gobierno militar– y también sitios de representación, como el Teatro Municipal o de confinamiento de los locos, como el asilo para dementes El Peral, etcétera. Y en esta fiesta entrecruzada del rito arcaico y la banalidad urbana contemporánea, bailan de la mano personajes tan dispares y disparatados como divas del jet-set de la época: la Andrea Mussolini, nieta del Duce y sobrina de Sofía Loren, pasando por la mafia siciliana norteamericana –Toni la Bianca–, cineastas de la extrema violencia –Stanley Kubrick, Sam Peckinpah–, pintores criollos, hasta llegar a las más sublimes representaciones occidentales:

Estábamos yo, Peckinpah, Dios, y el chileno Altamirano
Acompañándolo en la volada fina

La Tirana, como sacerdotisa o virgen –si desplazamos el sentido de la consagración pagana a la cristiana como lo sugiere el poema– desmoronada, “hecha para tirar”, no sólo está ya degradada, sino que se le otorga, siguiendo a Bataille, la posibilidad de conocer, del saber su degradación: la Tirana se sabe humana y tiene conciencia de vivir como los animales. Si bien el rasgo animal no aparece explícito en la relación a la voz que “habla” en el poema y que, en el mismo, padece innumerables formas de goces y agresiones sexuales imbricadas en un contexto bastante sadeano, este está contenido en el núcleo semántico del poema, “puta religiosa”, sobre todo en el sustantivo, que es la asignación baja del lenguaje a quien practica la prostitución. Al respecto, dice Bataille: “Las palabras groseras que designan los órganos, los productos o los actos sexuales, introducen el mismo desmoronamiento (...) esos nombres expresan ese horror con violencia. Son ellos mismos, violentamente rechazados del “mundo honrado”. Del mundo honrado del lenguaje, cabría agregar.

Es más: Bataille insiste: “Las palabras groseras que designan los órganos, los productos o los actos sexuales, introducen el mismo rebajamiento. Estas palabras están prohibidas; en general está prohibido nombrar esos órganos.

Nombrarlos desvergonzadamente hace pasar de la transgresión a la indiferencia que pone en un mismo nivel lo profano y lo más sagrado”.

Esta intuición de Bataille aclara el sentido ambiguo y dual asignado al enunciado “puta religiosa”: el lenguaje, a través del adjetivo otorga la cualidad de “religiosa” al sustantivo “puta” que, a nivel de habla, opera como un estigma social: la puta es la “cerda”, la “marrana”, la caída del altar de la santidad.

Siguiendo a Bataille, existiría una relación muy estrecha entre la impronta restrictiva asignada a la moral y el desprecio por los animales. Como el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre se atribuyó un valor supremo, muy por encima de los animales, y la divinidad –que en la época arcaica podríamos decir copulaba tanto verbal como míticamente con los animales– se sustrajo de la animalidad.

En la fiesta de La Tirana tanto los animales como los demonios o las invocaciones al demonio tienen una presencia constante, impregnan el texto y sus enunciados, y brillan como emblemas del desmoronamiento al compartir los rasgos bestiales y luciferinos en sus representaciones: cola, cuernos, pelos, etcétera. El demonio, de esta manera, ya no es el ángel de la rebelión, finalmente heroico: según Bataille, la rebelión, la transgresión, es castigada con la degradación al estado animal –negación de la humanidad, del alma– suplantada por la caída, negada por el desmoronamiento que, a su vez, degrada el erotismo en su conjunto arrojándole “la luz del mal”.

“No cabe duda de que la degradación tiene poder para provocar más entera y fácilmente las reacciones de la moral. La degradación es indefinible; la transgresión no lo es en el mismo grado. De todas maneras, en la medida en que el cristianismo empezó a atribuirlo todo a la degradación pudo arrojar sobre el erotismo la luz del Mal. El diablo fue al principio el ángel de la rebelión; pero perdió los brillantes colores que la rebelión le daba. El rebajamiento fue el castigo de su rebelión; y eso quería decir para empezar que se borró la apariencia de la transgresión, que tomó la delantera la presencia de la degradación. La transgresión anunciaba, en la angustia, la superación de la angustia y la alegría; la degradación no tenía otra salida que un rebajamiento más profundo. ¿Qué debía quedar de los seres caídos? Podían revolcarse, como los puercos, en la degradación.

Digo bien ‘como los puercos’. Los animales sólo son ya en este mundo cristiano –donde la moral y la decadencia se conjugan– objetos repugnantes. Digo ‘en este mundo cristiano’. El cristianismo es, en efecto, la forma cumplida de la moral, la única en la que se ordenó el equilibrio de las posibilidades”. (Bataille: 1979, pág. 141).

La Tirana posee una cualidad propia del licántropo, otro desalmado o caído de la literatura gótica, esta vez: Drácula, el vampiro, uno de los grandes soberanos oscuros, se metamorfosea y domina a los murciélagos, lobos y perros, y se sirve, además, de Randfiel, un “zoófago” según la taxonomía que le asigna al personaje la peculiar psiquiatría victoriana de Bram Stoker: un alucinado devorador de vida animal que come cuantas moscas, arañas y hasta pájaros pueda, e, incluso, pide que le lleven un “gatito” a la celda porque se siente muy solo. Animales y dementes le ayudan al vampiro a intentar cumplir sus designios –o sus deseos soberanos–. El mal siempre aparece aparejado a los animales en sus representaciones: Lope de Aguirre –mencionado en el poema de Maquieira–, el tirano alucinado y alucinante del filme homónimo de Werner Herzog, termina solitario en su demencial épica personal, rodeado de monos que corean con sus chillidos en un pútrido brazo del Orinoco su monólogo final; no deja de haber algo inquietante, perverso incluso, en el San Francisco de Echer, rodeado de tucanes y especies exóticas; las ratas, como en Nosferatu, el vampiro del mismo Herzog, son una señal, la anunciación satánica de la peste, que es otra arista que aparece omnímoda cada vez que el mal campea y los signos del Apocalipsis cobran presencia; en fin, siempre aparece algo de enfermizo en la relación demasiado estrecha entre el hombre y el animal. Piénsese en Ajab y la ballena blanca.

Por lo tanto, siguiendo esta tradición del imaginario de la degradación, la “puta religiosa” aparece, como caída que es, rodeada de animales, posee una cohorte de animales y bestias que comparten su condición y se someten a sus designios:

Pero yo estaba rodeada de mis cerdos
Mis vacas, mis moscas, mis gallinas

...Voy a volar This Church amigos
y conmigo adentro y con todos mis animales...

...ayudada con el griterío de mis monos...

...gozando peludos con el alma manchada...

...voy a sacar mi canguro
que con cada salto
que pegue para el lado va a haber una radiación hasta la llama eterna...

...la perra...

Lo marginal al que aludía Lihn en su nota sobre los Sea Harrier y, por extensión a toda producción poética de Diego Maquieira, asume de esta manera, en La Tirana, la imagen del desmoronamiento, del ángel caído que irrumpe y fluye en todo el texto, ya sea la “puta religiosa”, sus animales, Georgy Boy, uno de los “drugos” que traiciona a su líder, Alex, el protagonista de La naranja mecánica de Stanley Kubrick, uno de los cineastas emblemáticos de la “clásica violencia”, como la denomina el propio Alex, y del mismo Maquieira; Lope de Aguirre o un judío ahorcado en su celda durante la época de la inquisición española; las pin-up del jet set europeo y la mafia siciliana en Norteamérica; la significación del desmoronamiento y la condición de lumpen de la prostituta se rodea de signos, guiños y emblemas que remiten tanto a la condición de la caída, de la pérdida del Paraíso, como al deseo de la recuperación de un estado sagrado arcaico, ausente en el espacio de la urbe contemporánea y su tejido de representaciones, y cuya presencia ritual sólo puede proporcionar –a un nivel fantasmático– este poemario barroco, alucinado y congregante de las más insospechadas y perturbadoras antípodas.


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