viernes, 24 de octubre de 2008

Anverso Literario: La dominación ideológica y dogmática en el Señor Presidente


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El Anonimato y la dominación ideológica y dogmática: El caso del estudiante y el sacristán en el Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias. Es un fragmento aún en etapa de corrección y que corresponde, en mi libro de investigación sobre Cinco autores clave de la literatura Latinoamericana, a un capítulo más extenso dedicado a la obra “El Señor Presidente”, del Guatemalteco Miguel Ángel Asturias. El estudio de este escritor ganador del nobel, ha sido parte importante de los procesos críticos en que he estado trabajando arduamente, el resultado de todo ello, será publicado el 2009, gracias a la obtención del fondo nacional de fomento del libro y la lectura (Fondart) durante el presente año.

En el estudio, se expresan como las formas de dominación psicosomáticas que plantea Foucault en su aproximación al panóptico de Jeremy Bentham (estructura centralizadora del poder que se basa en la vigilancia anónima) consiguen penetrar en el fuero interno de los miembros de una sociedad y una comunidad por entero, condicionando sus esperanzas, miedos y en última instancia, dirigiendo sus destinos, maneras de pensar y constitución de una identidad.

Como apartado de un análisis general que ilustra como en la obra se cumplen los presupuestos del panóptico en torno al condicionamiento de las relaciones interpersonales, políticas y legales, aquí se pretende abordar el concepto de poder y la vigilancia anónima, en su alteración y yugo sobre el plano dogmático. Para ello se toman dos personajes alegóricos, ambos representantes de formas extremas de pensamiento y convicción, podría decirse figuras esteriotipadas pero no por eso menos reales y presentes: el Estudiante anarquista y el sacristán.

—(...) por un delito que cometí por pura equivocación. ¡Figure usté que por quitar un aviso de la Virgen de la O, fui y quité del cancel de la iglesia en que estaba de sacristán el aviso del jubileo de la madre del Señor Presidente! —Pero eso, ¿cómo se supo...? —murmuró el estudiante, mientras que el sacristán se enjugaba el llanto con la punta de los dedos, destripándose las lágrimas en los ojos. —Pues no sé... Mi torcidura... Lo cierto es que me capturaron y me trajeron al despacho del Director de la Policía, quien, después de darme un par de gaznatadas, mandó que me pusieran en esta bartolina, incomunicado, dijo, por revolucionario.

Estos personajes resultan simbólicos dentro de la obra no sólo por que ambos carecen de nombre y mayor descripción, sino por que representan dentro de la sociedad del portal del Señor, dos ideologías y formas de vida contrapuestas. Uno la del estoicismo cristiano y la corderil sumisión del hombre ante designios superiores. La otra muestra el anarquismo racional, la disidencia cáustica.

¿Adonde volver los ojos en busca de libertad? El sacristán: — ¡ A Dios, que es Todopoderoso! El estudiante: —¿Para qué, si no responde? El sacristán: —Porque ésa es Su Santísima voluntad... Es mejor rezar... El estudiante: — ¡Qué es eso de rezar! ¡No debemos rezar! ¡Tratemos de romper esa puerta y de ir a la revolución!"

Son por tanto la representación de dos orbes de poder, el divino representado en la tierra y el temporal, ambos disminuidos ante el eje central, presos y torturados por las causas más inverosímiles: Desacato o denuncia dada por algún enemigo sin rostro, víctimas de una broma cruel o del anhelo de un fanático del ojo anónimo que todo controla, a fin de ganar su beneplácito.

La importancia de estas dos voces en el texto, no es menor, pues en ellas, se personaliza, la dualidad político-religiosa del texto tal como señala Caridad L. Silva de Velázquez: “Un estudio cuidadoso de la obra y sus discursos, demuestra la constante asociación del tema religioso al tema político, y revela además la importancia del primero como complemento del segundo. Ambos constituyen una dualidad temática indivisible que corre en relación paralela a lo largo de la obra, y a la cual se conectan todos los demás elementos de la misma”. De modo que, los diálogos oprimidos de ambos personajes, gozan de un innegable valor comunicativo. Se desenvuelven en forma intercalada al desarrollo de la fábula central y toman un cariz alegórico que debate perspectivas ante el poder: Resignación y resistencia.

Indistintamente, las dos vertientes reaccionarias ante el porvenir, sufren la misma suerte, incomunicación y vigilancia. Y su participación, va nutriendo las connotaciones omnipotentes y omnipresentes de lo que para unos es un dictador, caudillo despótico y para otros, un esperpéntico Dios terrenal, figura mítica encarnada por el Señor Presidente y sus facultades omnímodas.

Estos ricos parlamentos y debates entre el estudiante y el sacristán, permiten también vincular discursivamente, todos los recursos de estilo que en la obra, van poblando la atmósfera novelesca con ironía. Las alusiones a la tergiversación moral de esta variopinta irrealidad incluyen el Lupanar de Doña Chon, espacio que antes ocupó el papel de un convento y actualmente es frecuentado por Altos Militares e incluso ligado al pasado amoroso del Presidente, características que coinciden con la umbría y mundana constitución de la catedral y el portal del Señor, hogar de los irresponsables y dementes, que esgrimen un discurso que Asturias maneja a través de figuras fónicas que le permiten comparar al Pelele, el idiota del pueblo con Cristo: I.N.R.Idiota, o configurar la caída gradual y deformante del Ángel bello y malo como Satán, la disolución de su identidad nos presenta en un comienzo a un sicario, mano derecha del regidor, que culmina como un despojo que desaparece por desafiar a su oscuro Demiurgo o en términos seculares, al rechazar los mandatos de aquel que plenipotenciario, ocupa el orden jerárquico superior en la torre del panóptico.

Es importante destacar en este par, Sacristán y Anarquista un diálogo que tienen una vez libres y contemplando las ruinas Apocalípticas del Portal del Señor, esa conversa cierra el libro, y demuestra como la vigilancia y anonimato repercute sobre el cuerpo de los castigados pero también penetra en sus consciencias temerosas de volver a caer presas del castigo y la incomunicación. La actitud del Sacristán es demostrativa:

—No les bastó pintar el Portal a costillas de los turcos; para que la protesta por el asesinato de el de la mulita no dejara lugar a dudas, había que echar abajo el edificio... —Deslenguado, vea que nos pueden oír. ¡Cállese, por Dios! Eso no es cierto...

Aquel miedo que invoca a Dios como último recurso del pueblo y su resignación encarnada en el hombre de fe, se complementa con la imagen que presencia el estudiante al llegar a su hogar y ver a su madre suplicando con rosario en mano y de forma reverencial, producto de este purgatorio mundano.

El estudiante llegó a su casa, situada al final de una calle sin salida y, al abrir la puerta, cortada por las tosecitas de la servidumbre que se preparaba a responder la letanía, oyó la voz de su madre que llevaba el rosario: —Por los agonizantes y caminantes... Porque reine la paz entre los Príncipes Cristianos... Por los que sufren persecución de justicia... Por los enemigos de la fe católica... Por las necesidades sin remedio de la Santa Iglesia y nuestras necesidades... Por las benditas ánimas del Santo Purgatorio...

Efecto dogmático e ideológico, que impone el poder vigilante del Oscuro Dios Terrenal. Ante semejante callejón sin salida, el único paliativo seguro para los ignorantes habitantes de la periferia, es la piedad muda y etérea del otro Dios.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en: Cinosargo



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