miércoles, 29 de octubre de 2008

Anverso literario: Foucault y el poder de la mirada.

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De sumo interés resulta el trabajo que el filósofo postmoderno frances Michel Foucault realiza en torno al prodigio arquitectónico conocido como el panóptico, creación de otro pensador europeo, el inglés, Jeremy Bentham. El mecanismo que Bentham propuso a principios del siglo XVIII como una cárcel modelo, busca una mejor distribución y organización del espacio a fin de reemplazar las viejas mazmorras representativas del régimen monárquico.

El concepto tras el panóptico (pan/ todos- opticón/observar) es sencillo, se trata de una torre en torno a la cual se encuentran dispuestas celdas que por efecto de la luz y la disposición de sus ventanas y rejas, se vuelve transparente a la mirada del vigilante que puede o no, estar posicionado en cualquiera de las claraboyas del edificio que juega el rol de núcleo y ojo perpetuo.

El hecho de poder, en teoría, prescindir del cuidador ubicado en la torre; se basa en el diseño laberíntico, que en virtud de la disposición de sus recámaras, presenta el interior del edificio central. Estas desembocan en una infinidad de tragaluces, tal como demuestran, los planos originales de Bentham.

En nuestros días, este efecto de unilateralidad en la observación, puede perfeccionarse con vidrios polarizados, lo importante es mantener en alto, el principio de transparencia y visibilidad plena de las celdas, lo cual, como ya se señaló, no se aplica de forma inversa, al puesto de vigilancia. Lo que trae como directa consecuencia, que los recluidos, al no poder ver el rostro de su celador o constatar de manera fehaciente si existe tal vigía, sientan sobre sí, el peso psicológico que implica una virtual y permanente observación. Esto, sumado a la falta de intimidad, termina por dirigir sus conductas y delinear su identidad, tendiendo a la normalización o imposición de una hegemonía y discurso, que grava tanto mente como cuerpo.

Producto de estos efectos psicosomáticos que pueden afectar indistintamente a una globalidad o individuo, es que Foucault encuentra en el diseño, presupuestos políticos y sociológicos que van más allá de la mera disposición del lugar y los cuerpos. El francés se atreve a señalar sin dilación, que este invento es un complemento tecnológico del poder, capaz de integrarse efectivamente al ideario contractualista de Rosseau y otros autores ilustrados, que buscaban por medio de la democracia y formas representativas de gobierno, eliminar la supremacía de un único foco de postestad impuesto en honor a la naturaleza divina y consuetudinaria del regidor. Se busca, una visibilidad integra de los elementos que componen el cuerpo social para así, lograr la legibilidad de las directrices del poder y orden, dejando los puestos de soberanía sin titular. “Que mejor para ejemplificar una distribución imparcial acerca de quien debe vigilar, administrar y castigar, que un mecanismo artificial como el panóptico”.

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En definitiva, lo que podemos destacar del invento de Bentham, tal como señala Foucault, es que lejos de su fin práctico como edificio carcelario, este traspasa a otros ámbitos de encierro y desenvolvimiento del hombre, marcando la organización que sufren hasta nuestros días, los espacios. Ello hace de nuestro mundo, un universo disciplinario que busca regir conductas y normalizar, a través de la aplicación de tecnologías sutiles de vigilancia y castigo. Estas son ordenadas por un centro en función de un discurso o dogma que va en directa relación con las necesidades económicas del sistema. Pensemos no más, en como se organizan los colegios, hospitales, universidades y zonas de trabajo con sus horarios, salas, zonas de detención, patios, murallas, libros de asistencia, himnos e inspectores. Todas formas que el hombre interioriza en su rutina y que de manera subrepticia nos dirigen.

El panóptico y el poder de su mirada permanente, la evaluación, y vigilancia sobre nuestros cuerpos y mentes, seamos o no, conscientes de dicho paradigma y sus implicancias. Foucault sin embargo, no se queda allí, el principio de visibilidad y el panóptico son solo la punta del iceberg, luego la sociedad y los titulares del poder, generarían nuevos mecanismos: controles de natalidad, vacunación, higiene, formas de biopoder que son dignas de ser revisadas pues convivimos con ellas y las asumimos con la mayor naturalidad. Como conclusión, se puede señalar que la obra de Foucault es vigente y de gran pertinencia, sobre todo, si consideramos que el panóptico y cualquier otro mecanismo de biopoder, tal como ha ocurrido con muchas estructuras y maquinarias creadas por el hombre, con un principio rector básico, en este caso, fragmentar la soberanía regia a través de mecanismos artificiales. Más allá de conseguir perpetuar sus fundamentos, demuestran en su ejecución y abuso; el fracaso del racionalismo ilustrado, sobre todo si pensamos en que han sido el sustento de dictaduras y megalómanos. La deposición de un tirano implica la imposición de mil, y el antiguo morbo gótico se traduce en una lucha descarnada, proselitismo que ambiciona con ocupar un puesto, cada vez más elevado en las esferas de la torre central o núcleo de dominio. Los vigilantes se destrozan entre sí y se suman a un juego de intrigas e infidencias que los hacen prisioneros de su ansía de control. Sino basta con pensar en los llamados altos dignatarios, candidatos de gran vocación y los partidos que los apoyan. Lo expuesto de cualquier manera es sólo una aproximación al autor y una parte mínima de su obra. Como pensador, Foucault, nos ha provisto de una nueva y más amplia visión sobre la psiquiatría y la filosofía, traspasando el área de estudio de los pensadores, que por muchos años, se ha centrado en el tiempo, para en otro sentido, recobrar gracias al francés y sus tratados, la preponderancia que merece el espacio y a partir de este, el desarrollo de temas, como la sexualidad, el cuerpo, la identidad, que son sin duda contingentes para cualquier ciudadano, participe y usuario del sistema.

Como tópico universal, la amplia exposición de Foucault en torno al poder y sus manifestaciones, sigue abierta a la reflexión, sobre todo si consideramos que sus ideas han sido actualizadas y retomadas por otros; y aquellas paredes que él mentaba, hoy, tal como lo plantea otro gran pensador francés, Gilles Deleuze, ya no son sólo de concreto, sino virtuales y más que el hacinamiento o detención en un recinto, el presente nos maneja con la exclusión que determina la viabilidad o acceso, ante un simple crédito o password.

Autor: Daniel Rojas Pachas

Publicado en: Cinosargo.


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