miércoles, 13 de agosto de 2008

Anverso Literario: Juan Rodolfo Wilcock

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Escritor argentino de ascendencia europea, Juan Rodolfo Wilcock nació en 1919 y se ubica dentro del panorama literario hispanoamericano como un gran artífice e innovador del absurdo, cercano (en motivación más no en estilo) a Macedonio Fernández, prueba de ello es la Sinagoga de los Iconoclastas, creación de obsesas personalidades que desafían la frontera de lo verosimil confundiendo texto y realidad, lo cual establece un potente vaso comunicante entre Cervantes, Schwob, Pessoa y su heterónimos, Borges y Bolaño en la Literatura Nazi en América.

CHARLES CARROLL: Según Charles Carroll de Saint Louis, autor de El negro es una bestia (The Negro a Beast, 1900) y ¿Quién tentó a Eva? (The Tempter of Eve, 1902), el negro fue creado por Dios junto con los animales con el único fin de que Adán y sus descendientes no carecieran de camareros, lavaplatos, limpiabotas, encargados de letrinas y suministradores de servicios semejantes en el Jardín del Edén. Al igual que los restantes mamíferos, el negro manifiesta una especie de mente, algo entre el perro y el mono, pero está totalmente desprovisto de alma.

La serpiente que tentó a Eva era, en realidad, la camarera africana de la primera pareja humana. Caín, obligado por el padre y por las circunstancias a casarse con su hermana, rechazó el incesto y prefirió casarse con una de esas monas o criadas de piel oscura. De ese híbrido matrimonio surgieron las diferentes razas de la tierra; la blanca, en cambio, desciende de otro hijo de Adán, más serio.

Sucede, por consiguiente, que todos los descendientes de Caín carecen, al igual que su mono progenitor, de alma. Cuando la madre es negra, el hombre no puede trasmitir a su prole ni un atisbo del alma divina. Por ello, sólo la poseen los blancos. Ocurre en ocasiones que un mulato aprenda a escribir, pero el simple hecho de que Alexandre Dumas poseyera una especie de inteligencia no quiere decir que poseyera también un alma. (De la Sinagoga de los Iconoclastas)


En su narrativa breve, demuestra su capacidad de apropiarse de figuras clásicas, mitología, tópicos medievales y vanguardia con una soberbia transtextualidad, mostrando que su voz esta ampliamente influida por la trinidad compuesta por, Bioy Casares, Jorge Luís Borges y Silvina Ocampo, lo cual no implica una servilidad o sumisión a aquellos genios. Su técnica consigue estructurar piezas que bajo síntesis rigurosa, desarrollan una agudeza léxica, simbólica e imaginería que desafía sin miramientos a sus maestros.

Bajo un diseño clásico y lineal va entramando lo cotidiano y burdo del día a día. Insta a recorrer lo profano y divino y fabula en torno a lo místico e iluminado, cercándolo en los dominios de la fantasía:

Elzevar le muestra un poco cómo vuela, primero a la derecha, después a la izquierda, después le pasa sobre la cabeza y le desordena los cabellos como una brisa ligera; pero los clientes de la orilla del río exigen algo más concreto que una normal exhibición de levitación; uno le mordió el tobillo en pleno vuelo, otro calvo con peluca lo llamó sodomita y un tercero lo denunció a la policía, basándose en un artículo del Código Penal que prohíbe exaltar la seducción y otros dos artículos del Código de Navegación Aérea relativos al vuelo urbano sin documentos. Después de lo cual Elzevar tuvo que mudarse a otro recodo del río, peligrosamente frecuentado por familias y pescadores con cañas, incluso de noche. (El Ángel)

Se destaca su alta cuota de ingenio en la forma de descentrar la realidad desde una perspectiva anversa a la estética Borgiana y la postulación que este proponía al yuxtaponer mundos comunes o aproximaciones de un mismo hecho bajo ángulos y discursos disímiles y dispersos para generar efectos de irrealidad en virtud de los vacíos y ecos, los silencios y la sobre información.

Lo cierto es que pesa 375 kilos, y su volumen es adecuado a su peso. Las alas, entonces, no le sirven de nada, pesa demasiado para volar, y pueden considerarse un capricho teologal: son rígidas y lustrosas, rectas hacia arriba como las de un toro alado, pero mucho más voluminosas. Los cuernos son macizos y ambos apuntan hacia arriba y hacia adelante, como un baldaquino suspendido sobre los ojos. (Giocoso Spelli)

La retórica de Juan Rodolfo Wilcock procura imponerse por metáforas que recaen sobre lugares comunes con humildad, notable pericia y rupturismo:

Más subían las aguas, más optimistas se volvían los comunicados distribuidos por las agencias de noticias, más inminente era declarado el reflujo de la marea, con la consiguiente adquisición por parte del patrimonio nacional de nuevas e ilimitadas extensiones de tierra enriquecida por el fértil humus de milenios de vida submarina. Por eso nadie hizo nada, y cuando el último habitante, que era justamente el presidente del consejo, se encontró en la cima de la más alta montaña del país, con el agua al pecho, se oyó decir a los ministros que flotaban en torno suyo, cada uno aferrado a su propio escritorio: "Valor, excelencia, lo peor ya pasó". (La Atlántida)

En cuanto a su poesía, hay una mixtura que revela el espíritu retaguardista de los cuarenta y la absorción consciente y privilegiada al hallarse dentro de un periodo bullente, de gran innovación y manifiestos que lo colocan como intelectual privilegiado ante las corrientes y su escalada.

Nunca la voz de un ángel

Nunca la voz de un ángel imitará tu voz
ni entre follajes trémulos repetirá mis versos,
y jamás en idénticos, cíclicos universos
volveremos a amarnos con este amor atroz.
Bajo extraños crepúsculos los otoños rosados
verán caer las hojas sobre las hojas muertas;
no nos verán pasar por las plazas desiertas:
como Corinto y Tebas seremos olvidados.
No quedará ni un signo de nuestra permanencia,
una carta, un anillo con nuestras iniciales;
nadie sabrá en las diáfanas noches equinocciales
que te amé y que me amaste con tanta vehemencia.


Entre las obras de Wilcock podemos contar: Poemas y canciones, Ensayos de poesía lírica, Persecución de las musas menores, Paseo sentimental, Los hermosos días y Sexto. Como lingüista y filólogo, dominaba varios idiomas. Por tanto una vez instalado en Italia cultivo una estrecha relación de amista y colaborativa con la intelectualidad de ese país, entre estos, Pier Paolo Pasolini. En tierra europea dio a conocer gran parte de su obra, dentro de este periodo se cuentan los relatos -de crueldad y humor infrecuentes- reunidos en Il caos (1961), La sinagoga de los iconoclastas (1972), El templo etrusco (1973) y Libro de los monstruos (1978), además de los libros de poesía Luoghi comuni (1961), Poesías españolas (1963) y Cancionero Italiano: 34 poesías de amor, En 1980 se hizo una edición póstuma de sus Poesías en este género obtuvo a lo largo de su vida, numerosas distinciones, su primer poemario obtuvo el Premio Martín Fierro de la Sociedad Argentina de Escritores.

El año 1978 Falleció, solo en Italia, esta tierra lo cautivó enormemente y sus últimos días al igual que su obra, estuvo envuelta por un halo de misticismo grecolatino, misterio y humor negro con tintes lovecraftnianos y reminiscencias a Poe, ambos cultores norteamericanos del relato de terror y fantasía. Referentes ineludibles para el arte de genero y muchos autores actuales.

La analogía no es casual, en torno a Wilcock se tejen anécdotas que dicen tenía un gato que hablaba, pero lo que realmente versa y con locuacidad mordaz es su literatura que abre la puerta grande a una tradición contemporánea de creadores latinoamericanos como Felisberto Hernández, y el ya nombrado Macedonio Fernández que hay que redescubrir y rastrear en las voces de primera línea que conquistaran Europa durante el llamado boom. Influjo que se reactualiza en la potencia creativa de los que han sucedido a estos, pues en esos nuevos caminos de creación de nuestra amada lengua, Wilcock brilla como una estrella no tan distante.

Autor:Daniel Rojas Pachas.

Publicado en:Cinosargo

Los amantes

(Texto completo)

Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.

La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.




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